La incertidumbre ha acompañado siempre a las empresas. Sin embargo, desde la década de los 70 se han suscitado con frecuencia, y podría decirse con velocidad, acontecimientos sociales, políticos y económicos que han dejado su marca en el mundo de los negocios.
Así que anticiparse a los eventos es tarea fundamental de las compañías, pues preservar su estabilidad resulta una materia neurálgica. Es en este contexto cuando el Plan de Continuidad del Negocio o Business Continuity Plan (BCP) juega un papel protagónico.
Crisis económicas y bursátiles, desastres naturales y enfermedades que generan emergencias sanitarias nacionales, regionales y hasta de alcance mundial, como la pandemia del COVID-19 que se vive actualmente, han signado los últimos años, lo cual exige a las empresas una herramienta confiable, eficiente y eficaz.
No obstante, el BCP es más que un plan de contingencia con miras a responder a situaciones extremas e imprevistas. Es un plan logístico para la práctica de cómo una compañía debe recuperar y restaurar sus funciones críticas, de forma parcial o total, interrumpidas dentro de un tiempo predeterminado después de una complicación no deseada o un desastre.
El COVID-19 ha sido la prueba más dura experimentada por las empresas, debido a la situación super excepcional de un confinamiento obligatorio en casi todo el planeta. Han tenido que enfrentar la paralización o desaceleración de actividades, la acumulación de inventarios, la interrupción o retraso grave en la cadena de suministro, la caída abrupta de la demanda, la imposibilidad de los empleados de ir a sus sitios de trabajo y el encarecimiento imprevisto de algún material de producción.
Pero la crisis sanitaria también ha servido de lección a las compañías, tanto las que contaban con un Plan de Continuidad del Negocio efectivo y actualizado como las que bajaron la guardia en esta materia.
El BCP surge como una herramienta que combina el análisis y la toma de decisiones para realizar cambios estratégicos, ya que cuenta con elementos que permiten predecir situaciones y adoptar las medidas más convenientes y de impacto negativo mínimo.
Por ello, va más allá de un plan de contingencia, emergencia o desastre. Su propósito es asegurar la excelencia operativa ante cualquier escenario adverso.
Entre las bases de análisis del Plan de Continuidad del Negocio están el entorno, los clientes, el mercado, los proveedores y la tecnología. Además, incorpora competitividad y viabiliza la clasificación de los activos priorizando su protección, puesta en marcha y recuperación.
Al final, y es lo que consideramos uno de los aspectos más importantes, permite un conocimiento interno y a profundidad de la empresa. Proporciona agilidad y rapidez en la toma de decisiones oportunas según la situación y minimiza las pérdidas para el negocio. Nada despreciable y más ahora en estos tiempos convulsionados que corren, en los que preservar la estabilidad es clave para un negocio.
@DavidParedes861
por: David Somoza Mosquera